Un Testimonio de amistad.
lunes, octubre 01, 2007
Los años pasan, y con ellos una carga de recuerdos y nostalgias en torno al hecho de si lo realizado a lo largo de la vida ha valido la pena ser desarrollado.
Soy maestro y cada día descubro algo nuevo en torno a mi profesión, en principio, que hay que tener vocación, luego mucha paciencia y optimismo para seguir bregando día a día en una carrera que no es muy comprendida ni valorada, pero que si se vive con ilusión te va dejando la satisfacción del trabajo bien hecho y sobre todo te da la posibilidad de con los años vas viendo que la semilla que se fue esparciendo de una y otra forma va dando sus frutos.
Es una labor callada, a veces dura por el mismo hecho de no ser reconocida en su momento, pero que resulta finalmente inmensamente grato, el poder constatar que todo aquello que de alguna manera diste a tus alumnas, a lo largo de su proceso de formación, de una u otra manera queda en ellos, y es que se llega a cumplir aquella frase bíblica que dice: “Así que por sus frutos los reconoceréis” (Mt. 7, 15-20). Es ahora al cabo de más de veinte años de docencia, que puedo decir que lo sembrado llega a fructificar en la medida que la semilla haya calado en el terreno. Me refiero al hecho de que todo aquello que como docente das o diste a tus alumnos, y me refiero no solo a la parte informativa, sino también a la formativa finalmente queda en cada uno de ellos.
Lo acabo de constatar, hace unos días he vivido una de las experiencias más tiernas de mi vida y que casualmente me han hecho pensar que vale la pena ser maestro, a pesar de que quizás quienes deberían valorar y reconocer tu labor finalmente lo pasan desapercibido.
Vicky , Ely, Romina, Liz , Paola, Erika, Evelyn, Shadia, Milagros, gracias a cada una de uds. por todo, por su aprecio, por su tiempo y por la alegría de saber que todo lo que un maestro hace por sus alumnos no se pierde en el tiempo, todo lo contrario, permanece para siempre.
Posteado por Marco Alberca 8:07 p. m.
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