Iniciamos la segunda semana del adviento, y con ella se va haciendo cada vez más próxima la navidad, lo cuestionante de todo esto es saber si verdaderamente, este tiempo que es de conversión y de reflexión, lo estamos viviendo con la intensidad, transparencia y sinceridad con que debemos vivir nuestra cercanía al Padre.
El Adviento, es uno de los tiempos más significativos del año litúrgico, nos da la posibilidad de ordenar nuestra vida de cara a Dios, de eso se trata, de ordenar nuestro vivir, y es que no podemos hablar de un sincero amor a Dios si no somos capaces de manifestarlo a través de nuestros actos de cada día.
El Adviento nos invita a revisar nuestra vida, y si en esa revisión encontramos pequeños o grandes obstáculos que nos impiden vivir a plenitud nuestro compromiso cristiano, debemos aprovechar entonces para poner los medios a nuestro alcance de tal forma que podamos superarlos.
Cada uno de nosotros debemos sabernos necesitados de Dios, no podemos caminar por la vida, solos, necesitamos a Dios, nadie puede caminar sin la ayuda especial de Dios. Es la rutina de cada día, la pereza y hasta la vehemencia con que vivimos nuestra vida la que finalmente nos lleva a la tibieza, el desanimo y finalmente a dejarlo todo.
Está es sin lugar a dudas la parte más triste de nuestro vivir, me refiero al hecho de no saber valorar el amor de Dios, a tal punto que terminamos envueltos en el pecado, y es entonces que nos quedamos solos con nuestro falta, pero ¡ay del que está solo, que cuando cae no tiene quien le levante!... no dejemos que el mal nos aleje del amor de Dios.
Esforcémonos por hacer de este adviento un tiempo que nos ayude a cambiar de actitud, un tiempo que nos permita reconciliarnos con nuestro prójimo y sobre todo un tiempo que nos ayude a encontrarnos con nuestro Dios, en el silencio de la oración, y que de este encuentro personal e intimo, podamos nacer junto a Jesús a una nueva vida.
Posteado por Marco Alberca
8:09 p. m.
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