MAESTROS PERSONALIZADOS, EN MEDIO DE UNA SOCIEDAD DESPERSONALIZADA
miércoles, setiembre 28, 2005
Educar es ir más allá de la simple transmisión de conocimientos, no podemos quedarnos en el plano de la mera instrucción. Si la educación se concibe como todo un proceso de perfeccionamiento intencional de la persona humana, entonces, no cabe duda que tenemos que fijar toda nuestra atención e intención en la formación de la persona.
Los tiempos que nos ha tocado vivir, han hecho que vayamos olvidando el verdadero sentido que encierra el ser maestro. Aun recuerdo, particularmente, las palabras de uno de mis maestros, quien al ingresar por primera vez y dirigirse a la clase, dijo: “Yo voy a ser para ustedes un MAO, es decir, seré su Maestro, su Amigo, y su Orientador”, con el paso de los años me he dado cuenta que aquellas palabras encerraban una gran verdad. Y es que para ser maestro no existe un límite de edad, se requiere vocación, esfuerzo y algo muy importante, aplicar en uno mismo todo aquello que se quiere enseñar.
Es por ello que tenemos que Personalizar la Educación, debemos tomar conciencia de que como maestros estamos llamados a asumir un estilo, una forma de ser docente, que supone una cierta normatividad en el quehacer educativo e implica un estilo de educador que tendrá particular incidencia en el estilo de aprendizaje del alumno. Desde el punto de vista cognitivo, el docente está llamado a orientar y guiar el proceso de aprendizaje de cada uno de sus alumnos, procurando dar solución a los problemas que se puedan suscitar en el desarrollo de las sesiones de aprendizaje, lo más importante es hacer que sus estudiantes reflexionen sobre lo aprendido, ofreciéndole los medios que los lleve a alcanzar la verdad que busca. En síntesis “el maestro no debe hacer el camino a sus alumnos, sino que les debe acompañar mientras ellos lo van descubriendo” (R.J Trossero)
Ser maestro es comprender que nuestros alumnos esperan de nosotros no sólo técnicas de estudio, ejercicios, fechas históricas o fórmulas físicas, sino que también debemos detenernos a escucharlos. Creo que es oportuno recordar el testimonio del padre José Martín Descalzo: “No tengo nada contra las matemáticas. Pero que maravilla si los profesores que trataron de enseñarme, y que por cierto, algunas cosas las he olvidado, me hubieran también hablado de sus vidas, de sus esperanzas, de lo que a ellos les había enseñado el tiempo y el dolor”. Es triste pensar que nuestros alumnos nos recuerdan como el maestro renegón, apático, distante y lejano.
Debemos aprender a ser amigos de nuestros alumnos, que vean en nosotros a una persona en quien confiar y a quien acudir en la dificultad. El peligro de la relación docente – alumno es que se quede en la mera relación didáctica. Elevémosla hacia una relación más completa a través de la comunicación eficaz, para efectuar un verdadero proceso de orientación que ayude a los estudiantes a desarrollar capacidades para conocerse así mismo, al mundo que lo rodea y descubra también el sentido de su vida y logre hacer frente a los problemas que ella le plantea.
En resumen encaminarlo hacia la construcción de su proyecto de vida personal, ésta es una tarea que no sólo compete a aquellos maestros que han recibido el encargo de ser tutores de aula, sino de todos los que tenemos que trabajar con alumnos, debemos apuntar a la formación de la voluntad y al perfeccionamiento de la persona, por medio del desarrollo de valores, los mismos que estamos seguros no llegarán a los alumnos a través de simples clases teóricas, ni de simples consejos y sermones, que tanto niños y jóvenes están cansados de escuchar, sino del ejemplo y del testimonio de vida. Ghandi, dijo algo muy importante, “el verdadero libro para el alumnos es el maestro”, cuanta verdad encierran estas palabras, pues se trata de hacer que nuestros alumnos lean y aprendan a partir de esa diaria interrelación con sus maestros. Resulta inmensamente necesario, en medio de una sociedad despersonalizada, lograr personalizar al maestro, con miras a formar jóvenes auténticamente personalizados.
Los tiempos que nos ha tocado vivir, han hecho que vayamos olvidando el verdadero sentido que encierra el ser maestro. Aun recuerdo, particularmente, las palabras de uno de mis maestros, quien al ingresar por primera vez y dirigirse a la clase, dijo: “Yo voy a ser para ustedes un MAO, es decir, seré su Maestro, su Amigo, y su Orientador”, con el paso de los años me he dado cuenta que aquellas palabras encerraban una gran verdad. Y es que para ser maestro no existe un límite de edad, se requiere vocación, esfuerzo y algo muy importante, aplicar en uno mismo todo aquello que se quiere enseñar.
Es por ello que tenemos que Personalizar la Educación, debemos tomar conciencia de que como maestros estamos llamados a asumir un estilo, una forma de ser docente, que supone una cierta normatividad en el quehacer educativo e implica un estilo de educador que tendrá particular incidencia en el estilo de aprendizaje del alumno. Desde el punto de vista cognitivo, el docente está llamado a orientar y guiar el proceso de aprendizaje de cada uno de sus alumnos, procurando dar solución a los problemas que se puedan suscitar en el desarrollo de las sesiones de aprendizaje, lo más importante es hacer que sus estudiantes reflexionen sobre lo aprendido, ofreciéndole los medios que los lleve a alcanzar la verdad que busca. En síntesis “el maestro no debe hacer el camino a sus alumnos, sino que les debe acompañar mientras ellos lo van descubriendo” (R.J Trossero)
Ser maestro es comprender que nuestros alumnos esperan de nosotros no sólo técnicas de estudio, ejercicios, fechas históricas o fórmulas físicas, sino que también debemos detenernos a escucharlos. Creo que es oportuno recordar el testimonio del padre José Martín Descalzo: “No tengo nada contra las matemáticas. Pero que maravilla si los profesores que trataron de enseñarme, y que por cierto, algunas cosas las he olvidado, me hubieran también hablado de sus vidas, de sus esperanzas, de lo que a ellos les había enseñado el tiempo y el dolor”. Es triste pensar que nuestros alumnos nos recuerdan como el maestro renegón, apático, distante y lejano.
Debemos aprender a ser amigos de nuestros alumnos, que vean en nosotros a una persona en quien confiar y a quien acudir en la dificultad. El peligro de la relación docente – alumno es que se quede en la mera relación didáctica. Elevémosla hacia una relación más completa a través de la comunicación eficaz, para efectuar un verdadero proceso de orientación que ayude a los estudiantes a desarrollar capacidades para conocerse así mismo, al mundo que lo rodea y descubra también el sentido de su vida y logre hacer frente a los problemas que ella le plantea.
En resumen encaminarlo hacia la construcción de su proyecto de vida personal, ésta es una tarea que no sólo compete a aquellos maestros que han recibido el encargo de ser tutores de aula, sino de todos los que tenemos que trabajar con alumnos, debemos apuntar a la formación de la voluntad y al perfeccionamiento de la persona, por medio del desarrollo de valores, los mismos que estamos seguros no llegarán a los alumnos a través de simples clases teóricas, ni de simples consejos y sermones, que tanto niños y jóvenes están cansados de escuchar, sino del ejemplo y del testimonio de vida. Ghandi, dijo algo muy importante, “el verdadero libro para el alumnos es el maestro”, cuanta verdad encierran estas palabras, pues se trata de hacer que nuestros alumnos lean y aprendan a partir de esa diaria interrelación con sus maestros. Resulta inmensamente necesario, en medio de una sociedad despersonalizada, lograr personalizar al maestro, con miras a formar jóvenes auténticamente personalizados.
Lic. Marco Antonio Alberca Balarezo
Posteado por Marco Alberca 1:47 p. m.
0 Comments:
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)